lunes, 17 de octubre de 2011

Evitar la morosidad en la Empresa





Los impagados inter-empresariales derivados de operaciones comerciales se han duplicado respecto al año pasado. 
En la actualidad los impagos empresariales que se generan mensualmente suponen unos 15.000 millones de euros, teniendo en cuenta todos los incumplimientos de pago que se producen. 

No obstante más del 95 por ciento de estos impagos se consigue recuperar antes de 180 días después del vencimiento. 

Vale la pena decir que en los próximos meses entre un 10 y un 15 por ciento de las empresas van a recurrir al retraso indebido de la liquidación de las facturas con proveedores como fuente de financiación de emergencia para sobrevivir a la crisis actual. 

Muchas veces el proveedor también tiene la culpa de los retrasos en cobrar; ya que dejando aparte los problemas de solvencia, liquidez y administración que puedan tener los clientes y que los convierten en morosos, no hay que olvidar que uno de los factores que provocan la mayor parte de los retrasos en el pago comerciales es la falta de calidad en la gestión empresarial del propio proveedor.

Según un estudio europeo reciente entre el 20 y el 70% de los problemas de cobro de las empresas son debidos a bloqueos en el abono de las facturas ordenados por clientes descontentos que retienen el pago como consecuencia a los fallos que ha tenido el proveedor en la calidad, en el servicio o en la gestión.

Esta gran masa de saldos de clientes pendientes de cobro viene originada por errores que el proveedor comete en la recogida del pedido, en el suministro de la mercancía, la logística, la administración de ventas, la facturación, la falta de un abono etc.
Muchos de estos litigios comerciales no son solucionados enseguida por la propia empresa ni se gestiona adecuadamente el incidente y por este motivo no se cobra nunca la factura.

Se pueden realizar exhaustivos análisis de las causas, estudios macro y micro económicos, estudios de coyuntura, análisis económico-financieros, etc. Pero la realidad y lo que la gente y los pequeños empresarios y autónomos experimenta en el día a día es mucho más sencillo que todo eso.Y todo lo podemos resumir en este gráfico (fuente:straconx.com) que muestra la sencillez del proceso productivo de cualquier empresa. 

Un ciclo que, como la pescadilla, se muerde la cola y una vez en marcha no se sabe donde está el comienzo ni el final del ciclo. Simplemente tiene que ir avanzando para que funcione, y si no avanza o uno de sus engranajes deja de funcionar, pues surgen los problemas que pueden llevar al cierre de la empresa o negocio.





Como vemos, el ciclo es:

Vender: Obviamente, hay que vender para subsistir.

Cuentas a cobrar: Lo ideal es vender al contado, pero en muchas ocasiones es imposible, por lo que vendemos a crédito, lo que implica tener una cuenta de créditos pendientes (a 30, 60, 90,… días).

Según vayamos cobrando esas cuentas, iremos obteniendo liquidez.

Con la liquidez obtenida, podremos hacer frente a nuestros pagos fijos y necesarios para sustentar la actividad.

Y finalmente, con el dinero que “nos sobra” podremos hacer nuevas comprasde suministros/materias primas… para empezar de nuevo el ciclo y vender.

Y así este ciclo va girando sucesivamente. 

Pero, ¿qué ocurre si la morosidad aumenta hasta límites insostenibles (como es el caso actual en España) y por tanto las cuentas a cobrar no se transforman en liquidez? 

Pues sencillo, el engranaje de las cuentas a cobrar deja de funcionar y eso hace que el mecanismo entero de la actividad empresarial se rompa.

El gráfico lo deja bien claro. En un escenario de alta morosidad la empresa (en un primer momento) sigue vendiendo, las cuentas a cobrar aumentan y aumentan, “pero”sin que esas cuentas se transformen en liquidez, puesto que nuestros clientes dejan de pagarnos. 

Este “engorde” de las cuentas a cobrar nos lleva a una disminución de liquidez, esta disminución de liquidez provoca que tengamos el dinero justo (o ni si quiera eso) para pagar los gastos fijos, sin que nos quede nada o prácticamente nada para comprar nuevos suministros, con lo cual ya no podemos vender, y si no vendemos, no cobramos y si no cobramos, hay que cerrar.

Así de sencilla es la realidad de las empresas españolas, y muchas de ellas podrían arreglar el engranaje roto mediante una rueda adicional: La financiación bancaria, pero esa rueda no está disponible. Hay pocas ruedas bancarias y muchas empresas (buenas y viables) con el engranaje de las cuentas a cobrar oxidado por la morosidad. Y nadie pone de su parte para arreglarlas, y si no se arreglan a tiempo se estropearán para siempre. 

Y recuperar esas empresas “rotas” no será fácil. Tiempo al tiempo. El empresario arruinado termina teniendo deudas en la Administración, que es la primera en perseguirle durante toda su vida hasta la tumba, evitando que se llegue a plantear volver de nuevo a emprender.


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